Risa y Ridículo en Río Piedras - El Final

Nota del Editor: Bueno ya leyeron el título. Sí. El final. No hay otra manera de decirlo. EME se nos marcha. Como decía el anuncio, que sonido tan triste cuando se acaba, pero ustedes no están leyendo esta entrada por lo que yo pueda decir al respecto. Los voy a dejar con la última gozaíta titulada....

El Entierro de Eme

1.

Se suponía que esto terminara antes. Lo decidí después de un craneo a fuego que vino tras una nota más a fuego todavía. No pasó como esperaba porque pasó lo más inesperado de todo. Terminé la noche de San Valentín quitándome mis calzoncillos rojos.

El martes por la noche llegó Chuka a la comuna como a las 8:30. Gritó y El Pillo me miró extrañado porque la Chuka suele llegar después de las 11:30. Cuando ví el carro me percaté que no la veía hacía más de una semana cuando abandonó su refugio en el futón de la sala comunal para irse a un chalet detrás del Church’s de Río Piedras. Cuando se bajó del carro tenía una bendición...

Me explico. Una bendición es uno de esos trajecitos hipitones que usan las nenas cuando llegan a la IUPI y se convierten en humanistas consumadas. Ahora están como de moda y las tiendillas esas de Hecho a Mano los han popularizado junto a las camisas tipo batola de señora Danny Rivera. Pues hace como siete años cuando era prepa en la IUPI bautizamos esos trajecitos como las bendiciones: un pedazo de tela suavecita, colgando sobre un cuerpo femenino, permitiendo que el viento le marque hasta el alma –entiéndase la chanforneta- y dejando que tipos como yo reafirmen que su única religión es el cuerpo de mujer. Recuerdo el día del bautizo. Salía yo de una clase en Generales y eran como las dos de la tarde. A esa hora el sol es bellaco. Bajando por la rampa ví venir a esta jeva con un trajecito blanco. Venía por el centro, pero la identifiqué de inmediato. Ajoré el paso hasta ubicarme en un lugar estratégico y cuando llegó el momento preciso me viré... ¡qué bendición! Eso pensé y miré al lado para darme cuenta de que tres bancos más allá estaba sentado El Pillo. Nunca le pregunté por qué carajos estaba allí y no en Sagrado porque de inmediato le comuniqué mi pensar y así bautizamos los trajecitos como bendiciones...

La cosa es que Chuka llegó con una bendición y riéndose. Chuka no usa bendiciones. Ella siempre lleva converse. La he visto un par de veces bien arreglaíta bien chévere, pero con una bendición... La cabrona sabía lo que venía pues El Pillo y yo estábamos fumando en el balcón sin pensarlo. Le pasamos el pincho y se dió un par de cachás antes de confesar que dejó al Sólido porque un cliente en el trabajo la tenía loca. Que el Sólido la tenía jarta con las changuerías, que a llorar pa’ maternidad, que estaba bueno ya de chupar pelos coloraos y besarle la calva pa’ que pudiera venirse porque si no era con un chupón en la calva no le salía ni extracto de lactosa al cabrón ese... El Pillo y yo nos cagamos de risa. Ese hijo de puta no se reía tanto desde la escena del gordo en Borat. Pues la Chuka aceptó la invitación de un cliente pa janguear después del trabajo y en una semana habían jangueao cuatro veces. Estaba adicta el kalembo del tipo que pa’ completar la trata bien y la está enseñando a bailar bachata... hasta aquí aguantamos El Pillo y yo. ¡Chuka bailando bachata!

Pasamos fumando la noche entera. Entre cosa y cosa El Pillo siguió recogiendo su cuarto preparándose pa’ irse a Mepmphis. Chuka fue al balcón dos veces a hablar con el jevo y El Bueno subió las escaleras con la vecina haciéndole el pasito de El Rey... ¡ese cabrón! A mí me dieron ganas de ver Closer, pero desistí ante la insitencia de El Pillo. En una me escapé al cuarto y leí el final del capítulo 8 de Fear and Loathing in Las Vegas.

A las 11:00 llegó el jevo de Chuka a buscarla. Pensé por un momento que lo iba a meter a la comuna, esperar que nos durmiéramos y se lo tiraría en el futón pa’ limpiarlo de los pelos del Sólido, pero no. El tipo se bajó y el buche de risa por poco se me sale por los ojos. Era un negro de más de seis pies. Llevaba un mahón bien apretao, una camisa turtle neck y una cadena de oro blanco –le pregunté si era plata- y de la cadena colgaba un pequeño güicharo merenguero... Chuka lo abrazó y le espetó un grajeo. Hablamos basura como diez minutos y se fueron. El Hombre como que la celaba de nosotros, pero debería estar tranquilo con sus seis pies de negrura...


El Pillo se acostó a escuchar OK Computer. Estaba un poco melancólico por su inminente mudanza a Memphis... yo estaba más triste que el carajo por eso, pero no le decía na’...

Como a las 11:30 me llamó Atabey. No habló mucho. Temí que me fuera a cancelar la cita. Me ví pasando otro San Valentín soleao y encojonao, me temblaó el estómago y las piernas me sudaron... pero sólo quería decirme que se moría de ganas de verme, que si fuera por ella se tiraba pa’ casa ahora mismo porque estaba mala, que tenía ganas de perrear como la primera vez y ver Átame juntos como el día en que nos conocimos, que nunca pensó sentirse así por estar con un hombre el día de San Valentín... Yo, otra vez con el pecho estrujao. Hubiese arrancado a correr tan rápido como el papá de Billy Elliot hasta la casa de Atabey, pero insitió en esperar. Te veo mañana negrito... eso dijo y enganchó.

2.

El miércoles en la mañana fue un martirio. De tanto nerviosismo no fui ni a trabajar para tener tiempo de preparar el regalito de Atabey, esta sería la noche. Estoy medio pelao así que no podía comprarle algo muy caro. Así que como al medio día me fui al Paseo de Diego y compré una carterita rosita de lo más mona, después fui a la plaza del mercado de Río Piedras y compré unas flores violeta. Después arranqué la comuna con una sudá encojoná, suerte que ahora el tren urbano me brega cheverón hasta Hato Rey.

La tarde corrió melancólica. Entre los nervios y una sensación. Me puse a escuchar música en mi computadora en el cuarto y de repente ví a El Pillo salir de su cuarto en calzoncillos... esas son las cositas que extrañaré de ese cabrón aunque me den asco... lo mismo con El Bueno, que despierta a uno con lo ronquidos el hijo de puta, pero lo echaré de menos. Todavía no se van de la casa y ya los echo de meno coño que cosa triste.

Después de una criolla de por lo menos media hora El Pillo se metió a mi cuarto con su guitarra eléctrica y yo agarré mi conguita boricua. Tocamos un rato de jameo incorregible, alborotoso y fraterno. Prendimos un gallo y seguimos tocando. De repente de la casa del lado se escuchó un saxo y una batería, los vecinos se unían a nuestra rumbita. En esas estuvimos como hasta las cuatro de la tarde cuando El Pillo me dijo que dbeía terminar de recoger... que jodío baja nota el cabrón.

A las seis empecé a vestirme para la cita con Atabey, que era a las ocho. Planché el mahón, la camisa verde y mis calzoncillos rojos. Me bañé y me jalé una pajita pa’ prevenir el queso precoz. No me afeité, a ella le gusta así. Al salir del baño puse a El Gran Combo, nada como Los Mulatos para pompearme un poco y nada mejor para eso como Brujería. A las 7:30 salí y de momento escuché un grito de El Pillo que salió corriendo del cuarto...

-Cabrón te ibas sin despedirte mano... mira que me voy pa’ casa desde ahora a pasar estos últimos días con los viejos.
-Pero cómo mano, por qué si te vas el sábado, mano pero ya te vas y yo... diablo cabrón...

Nos abrazamos un rato largo bien cabrón. Nunca abracé a un hombre por tanto rato, salvo a mi viejo. Me sorprendí llorando a fuego y El Pillo empezó a reírse el cabrón, me dijo que tranki, que ya mismo nos veríamos, que sin darme cuenta estaría visitándolo en Memphis... quedé destrozao, El Pillo lo notó y me dijo mano, y además ya yo tenía a Atabey al lao de acá, que deje de estar comiendo mierda que lo que a mí me hace falta es una mujer... que lo mire a él que hasta se pa’ Memphis detrás de un chochito...¡mira qué cabrón! Así como si na’ me escupió el detalle, me confirmó mis sospechas de su novia cibernética y me dió dos palmadas amistosas y se metió a la comuna.

A las ocho en punto llegué donde Atabey que estaba esperando en el balconcito de su apartemento en Santa Rita con una bendición blanca, la luz del foco del patio dejaba ver que no tenía brasiere. Me dió un abrazo. Estar de vuelta en Río Piedras es delicioso, aquí ni siquiera me acuerdo de la partida de El Pillo ni de la mudanza de El Bueno... sólo pienso en encontrar un apartamentito en Río Piedras pa’ mudarme sólo... en los brazos de esta mujer sólo puedo querer estar con ella. Le dí su regalo.

Entramos y noté que se había tomado una copa de vino porque estaba escuchando a Héctor Lavoe. Siempre pone a Héctor cuando está entonaíta. Llevó su regalo al cuarto. Me senté en el sofá y ella se puso a bailar frente a mí mientras tarareaba Déjala que siga andando, déjala que siga... Me levantó de un tirón y me pegó a ella, sentí el cuerpo temblar, el bicho pararse y el corazón agrandarse. Ella sintió mi camping y me apretó contra sus nalgas mientras me miró por encima del hombro... que bueno que me la jalé –pensé- porque si no capaz que me vengo ahora mismo... nos tiramos en el sofá y ella agarró de la mesa una pipita de colores, la cargó sonriendo y me la pasó. Fue a buscar más vino y desde la cocina me dijo que tenía ganas de bailar toda la noche, le contesté que tenía parejo pa’ eso y más. Rió como una loca y siguió bailando frente a mí. Yo fumé un par de cachás. Ella se sentó y me miró a los ojos, me lo agarró sabiendo que estaba a cien millas por hora y se mordió los labios. ¿Qué te parece? ¿Qué tú crees negrito? Quise sacármelo, pero no me dejó. Me miró a los ojos y me espetó que ella sin mí era como una bailaora de flamenco son falda de bolitas, que desde la noche en que me ordenó que le comiera la chocha supo que eso pasaría hasta cuando su ferpa fuera canosa, que corrió y se hizo la loca porque tenía miedo de que yo con mis loqueras no quisiera estar con ella, que todos los días pensaba en mi chistesito del español bailando con la taína mientras un negro los miraba seguro de que ella prefería su gandinga sobre la bayoneta gallega, que hasta se había soñado con mi bayoneta en su boca...y por ahí siguió. La interrumpí y la besé, le agarré una teta y le dije que agarrársela era como alcanzar una estrella, que besarla me sabía como la primera pera maraya -pomarrosa -que probé en mi vida, que el silencio en su respirar era más rítmico que el silencio de un soneo de Celia Cruz, que con ella estoy dispuesto a regar un campo de fresas en medio del punto de Monte Hatillo...

De repente empezamos a estrujarnos bien algarete, con fuerza y sin miedo... se levantó y me bailó en ropa interior... se veía tan puta que si hubiese tenido una sortija le proponía matrimonio en ese momento. En tetas me levantó y me pegó a ella, y ahí fue que pasó lo inesperado. Se sentó y me ordenó: ¡baila! Eso hice. Comencé a quitarme la ropa con una destreza que desconocía hasta que quedé de pie frente a ella con el calzoncillo rojo mojao de la bellaquera... me lo quité. Caímos al piso, dimos vueltas y acostado sobre las locetas porosas de apartemento de Santa Rita, sudando como demente, mirándola moverse como una culebra rabiosa, escuchándola gritar como la vez que la ví desde la ventana con la mente en hongos, sintiendo cosquillas en el pie izquierdo... entraba por aquel roto como si siempre hubiese estado ahí, la penetraba como enterrador que mete su muerto en una tumba resbalosa, como guineo en boca de vieja, el piso era un charco de sudor, resbalamos, ella arriba y yo abajo, yo arriba y ella abajo... cuando me vine supe que nunca antes había chichao de verdad. Supe que no había arrebato como aquel. Que aquella nota era la que era... ella se me tiró encima después de estar como tres mintos estirando el cuello pa’ atrás, trincando los ojos, apretandome los brazos y aguantando la respiración... me dijo: TE AMO. Le contesté: Y YO TE AMO A TI... ATABEY...

Por la mañana nos hicimos desayuno esnús. Sus roomates no estaban, de hecho una de ellas se muda en estos días. Hablamos toda la mañana sobre cualquier cosa. Le hice los cuentos de los muchachos, el fin de la comuna, por ahora, la bendición de Chuka, la desgracia del sólido, el enjevamiento bailador de El Bueno, el amor cibernético de El Pillo con la hija de uno de los líderes del Ku Klux Klan en Memphis y su inminente partida... Al mediodía ella se fue al trabajo. Me dejó sus llaves, me dijo que así se aseguraba de que no me perdiera y yo bien charro le dije que ya ella tenía las llaves de mi corazón. Ella me miró extraña y me dijo, será de tu caseta de camping cabrón. Me besó y se fue. Yo me quedé tranquilo, sin miedo y riéndome en Río Piedras de nuevo.


FIN
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6 observations:

Ana Oquendo dijo...

Coño...

Si yo fuera un tipo con sentimientos me rodaría una lágrima solitaria por la mejilla.

Hasta luego Eme...

La Caribeña dijo...

JAJAJAJAJAJA! Que clase de cuento este....
mira loco, que bueno que le quitaste la musiquita esa al blog, que se repetía mil quinientas veces y al final uno quedaba loco.

Anónimo dijo...

at your service. o algo.

yx dijo...

hay no! el final!... ya me había hecho adicta a la serie.... aaaaaanyway... me gusta como escribes... ciao

Anónimo dijo...

EME y este servidor agradecemos sus comentarios.

yx dijo...

tons EME escribe? na, puesa saludos pa ti y pa EME...y gracias por pasar por el blog
ciao