¡RESCATEMOS LA RADIO!

Carmelo Ruiz Marrero

¿Acaso no le molesta a usted escuchar la radio
comercial de hoy día? ¿Es usted de esos que ya no
pueden aguantar la programación mediocre y repetitiva
en nuestra radio, la mezcla repugnante de baladas
sosas e insípidas, merengue embrutecedor, rock
super-comercial, salsa monga, rap atonal, programas
mañaneros de mal gusto y pausas comerciales
interminables? ¿No le indigna el que a la gran
diversidad musical de nuestro mundo, toda la música de
alta calidad que está saliendo de todos los rincones
del planeta, no se le dé ni un minuto en la radio
comercial, y que como consecuencia hoy haya
prácticamente toda una generación de chiquillos que
creen que Ricky Martin, Grupomanía, Britney Spears y
Elvis Crespo son los músicos más importantes del
mundo?

Los programadores y dueños de las estaciones que
perpetran este crimen contra nuestros oídos nos dan la
excusa barata de que "sólo ponemos lo que la gente
quiere". Con ese cinismo y democratismo populachero
quieren justificar sus actos de vandalismo cultural.

¿A qué se debe esto? ¿A leyes inmutables de la
naturaleza? ¿O acaso no se deberá a fuerzas políticas
y grandes intereses económicos? El autor Greg
Ruggiero explora estas interrogantes en su breve libro
"Microradio & Microdemocracy: (Low) Power to the
People" (Seven Stories Press).

En la radio de Estados Unidos se está dando la misma
debacle que acá en Puerto Rico. Ruggiero argumenta que
la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus
siglas en inglés), lejos de ayudar a mejorar la
calidad de la programación y ayudar a expandir la
variedad de puntos de vista en los programas
noticiosos y de comentario, ha hecho todo lo
contrario.

La FCC requiere que las estaciones de radio tengan por
lo menos cien watts de potencia para poder obtener una
licencia. Esto significa que hay que ser
prácticamente un millonario para meterse en el negocio
de la radio. Este requisito caprichoso evita que
grupos de comunidad y organizaciones progresistas
tengan acceso a las ondas radiales. Por ley las
frecuencias del espectro electromagnético, que usamos
para nuestras telecomunicaciones, son un recurso
público que le pertenece a la ciudadanía. Pero la
realidad es otra, gracias a la FCC.

Quienes establecen estaciones de radio dentro de los
parámetros legales tienen gastos operacionales que
pueden rebasar los $30 mil anuales (sin incluir
salarios), y por lo tanto están bajo una constante
presión para buscar patrocinadores y complacerlos. La
innovación y la experimentación, lo diferente y lo que
rompa con esquemas, todo eso se va directo al infierno
en la radio comercial. Nada de eso es compatible
dentro de una empresa comercial, porque el capitalismo
necesita crear un producto estable, uniforme y
predecible para funcionar bien.

¿Y la llamada "radio pública"? ¿Es una alternativa?
Se supone que la National Public Radio (NPR), cuyos
programas podemos oír en Radio Universidad y Radio
OSO, sirva el interés público, pero su programación es
mayormente música clásica y noticias lite. Lo cierto
es que ese tipo de programación no es de interés
alguno para la gran mayoría de los radioescuchas de
Estados Unidos. Poca gente sabe que la NPR aspira a
monopolizar los espacios radiales no-comerciales y
apoya las barreras que pone la FCC para que no surjan
nuevas alternativas en la radio.

Nos informa Ruggiero que la cosa se ha puesto peor
todavía debido a la Ley de Telecomunicaciones de 1996,
la cual le ha dado luz verde a las fusiones de
corporaciones para crear superconglomerados de
telecomunicaciones como AOL-Time Warner, GTE-Bell
Atlantic y MCI Sprint. Esta ley también aumenta el
número de emisoras que un dueño pueda tener. ¿Sabía
usted que Hicks, Muste, Tate & Furst posee más de 400
estaciones de radio en Estados Unidos? Esta firma
desconocida es la institución que más estaciones
comerciales opera en ese país. Le sigue CBS, con 175
estaciones. Cuando uno tiene tantas estaciones, no
tiene sentido en términos comerciales el nombrar un
director de programación para todas y cada una de
ellas. Es más barato y conveniente redactar una sola
lista de éxitos y mandarla por fax o e-mail a todas
las estaciones. Así se destruye la diversidad, y por
eso las estaciones acaban sonando todas igual.

Pero en Estados Unidos hay muchos individuos
comprometidos e intrépidos que se han negado a
cruzarse de brazos ante esta situación, y están
estableciendo estaciones "piratas", sin seguir las
dichosas directrices de la FCC. La programación de
estas emisoras revolucionarias, que incluyen a Free
Radio Berkeley, Black Liberation Radio, Steal This
Radio y Radio Mutiny, son como una ventana hacia el
mundo de diversidad cultural y política que podríamos
tener en nuestras ondas radiales. Estas estaciones y
sus operadores se han enfrentado a la represión
federal y a los tribunales, y continúan hoy día su
lucha para que las ondas radiales sean lo que deben
ser: un recurso público, y no privado. Ruggiero nos
presenta los esfuerzos de estos activistas radiales y
de organizaciones como la Microradio Empowerment
Coalition y el Prometheus Radio Project.

El establecimiento de emisoras "piratas" aquí en
Puerto Rico abriría un nuevo frente en la lucha
anti-colonial. ¿Porqué rayos tenemos que pedirle
permiso al gobierno de Estados Unidos para transmitir
en nuestras ondas radiales? ¿Acaso nuestras
frecuencias de radio no son patrimonio nacional
puertorriqueño, al igual que nuestro territorio físico
y recursos naturales? Si en Puerto Rico tenemos
"invasores" de terrenos estableciendo comunidades en
terrenos privados baldíos, ¿Porqué no podemos hacer lo
mismo con nuestras mal usadas ondas radiales?
¿Quienes serán los primeros aquí en nuestra tierra en
desafiar la FCC y comenzar a retomar lo que es
nuestro? ¿Quién se apunta en esta lucha?

-12 de enero 2001


Para más información:
PROMETHEUS RADIO PROJECT-
http://www.prometheus.tao.ca/
Steal This Radio-
http://www.echonyc.com/~gargoyle/str/
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